© Norma Segades - Manias


© Norma Segades - Manias
Imagen de tapa: La noche de los pobres - © Diego Rivera
Enero, 1990

Dedicatoria

Porque hay filos sangrantes que mutilan las plumas y amordazan las flautas,
y hay pájaros de barro, anidando en la mitad del vuelo,
sin poder habitarlo.

A manera de revelación y encuentro

La poesía convoca nuevamente y esta vez tiene alas para su encantamiento.
La autora de esta revelación es Norma Segades de Manias. Con absoluta precisión nadie puede definir a la poesía en sí misma, colocarle rótulos y emitir juicios acabados, podemos gustar o no de ella; alegrarnos, conmovernos y enaltecerla. Cuando algo así nos sucede, estamos frente a un hecho creativo que, como tal, merece nuestro mayor respeto y complacencia.
Norma ha iniciado para todos esta aventura, y si digo para todos es porque la ofrece desde lo más íntimo, desde lo más profundo de su ser. Entonces notamos que su palabra brota, se derrama y nos alcanza. Ha dicho el gran escritor Eduardo Mallea: “la vida se cansa un día de ser río. Cuando la vida se cansa de ser río es cuando siente que su destino es ser mas. Cuando siente que su destino es el mar, ya nada lo puede detener.”
Destino inexorable es perfilarnos en la vida con la palabra, con su magia y su duende amigo. Sí, acaso también un destino solitario pero conmovido por las voces interiores. La poesía es una gran voz interior. La que guarda de manera atenta las distintas manifestaciones del mundo.
En este poemario, hay pájaros que tienen “absurdos calendarios” y “patéticos demonios”, entonces es cuando los habita la locura y son los pájaros perdidos. Con todo el silencio, con la seguridad de un futuro que no ha de llegar, por lo menos en armonía. Por eso, esta poesía que sobre los pájaros afirma la humana condición de todos, es revelación y compromiso. Su fina línea lírica-poética no decae ante los términos de rigor en su lenguaje expresivo; son en cada estrofa revalorización del sentimiento.
La afluencia del verso predomina en este envío, una riqueza de caudal que desgrana figuras e imágenes, respetando el ritmo y la musicalidad interioridad de cada proyección poética, musicalizado interiormente por imágenes fuertemente líricas. Con una lectura de sostenida cadencia, sin tan grata referencia visual en algunos casos “el pichón vive ríos de tinieblas / desovilla las fiebres / en el ácido aroma del andrajo / orina el desamparo / sobre el río agrietado de la piedra.”
Pero esto no molesta al discurso de la poesía en su expresión estética, ya que reafirma y refuerza la idea primera en un vocabulario por lo demás correcto.
En este caso la poesía es una puerta abierta a la conciencia de los hombres, al despertar de sus silencios por los hechos de una realidad inevitable. Que por otro lado son la consistencia de nuestros actos y rituales cotidianos.
Nuestra poeta expresa este su canto de manera solidaria. La vida a través de las aves se plasma en un mundo mágico literariamente, pero con los ribetes de una humana culpa. La propia realidad en ojos semejantes, en manos desprotegidas, en ausencias tremendas, en impedimentos que sin embargo: “anuncian la frescura del ladrillo / y asombran a los grises portafolios / con la fuerza del canto.”
Norma Segades tiene su propio canto, que no es ajeno a la desventura, al cruel desencanto del hombre, a sus escasos reinos, y es además cómplice de cada vuelo de una criatura necesitada. Cada SER-PÁJARO es denuncia, expuesta herida, rigurosa orfandad, apretado rencor y silencio sin voz.
Y lo modula de esta manera en su poesía: “el gorrión callejero / nacido en los portales de la lágrima / heredero del hambre y del desprecio / ha extendido sus manos andrajosas / para sembrar mi falda / con el rostro vencido del hebreo.”
Tanto es así esta memoria poética, memoria de la palabra y su paisaje propio.
Posiblemente revelación y certeza: “Canto su desamparo de soledad raída / mientras crecen, / en medio de mi sangre, / tus manos sin orillas.”
Esta es la voz que nace para todos y para ser compartida. Enhorabuena este premio que, por primera vez, recae en un escritor santafesino.

Estrella Quinteros.

Prólogo

(El dolor de los pájaros)

Duras lunas
multiplican tristezas infinitas
en la mirada opaca
donde mueren luciérnagas yuyeras
y la furia del hambre cercena mariposas
con varas afiladas.
Palomas soñolientas
desmenuzan la arcilla doblegada,
profundizan los pétalos del frío,
socavan el asombro quebradizo
de las plantas descalzas.
Enjambres de guitarras transparentes
estremecen las alas,
crispando este silencio que reclama
la harina,
el agua,
el apio,
las naranjas…
Y desde el fondo,
desde al abismo azul donde la lágrima
desovilla campanas,
trepa por telarañas de intemperie
el dolor de los pájaros.

Intemperie

(Pájaros en el alba)

En los umbrales de la noche,
las luces derrotadas
vierten sollozos de amapolas negras
sobre desnudos pórticos de ausencia,
donde esconden los pájaros
la soledad huraña de sus huellas.
Avecillas perdidas en las sombras,
desgarran las mejillas del aire
con sus alas mugrientas
y se elevan por el filo del hambre
y devoran estrellas
y quebrantan cristales amarillos
con los secos ladridos de sus voces
huérfanas de ternura,
de frazadas,
de hogueras…
y lanzan dentelladas a la luna
desde el útero amargo de la tierra.
Consumen horizontes de pan viejo
por cualquier callejuela
mientras,
sus sueños muertos
naufragan hacia el fondo del silencio
por un cauce de venas insurrectas
levantando murallas de tristeza
entre las cicatrices del asfalto

y otras madrigueras.

Enlunado

(La sangre de los pájaros)

Golondrinas de insomnio
sobrevuelan en círculos
el desolado andamio de las ramas
y el peñasco desnudo de tu hombro
cobija los silencios ateridos
en la hoguera de espinas
donde se quema el alba.
Lejos del arcoiris
los sueños se enmarañan
y es necesario custodiar la tierra
para evitar que mueran los geranios
bajo los soles de pavesa y musgo
que aprisionan tu espalda.
Entonces,
por un río de sangre detenida,
un pájaro enlunado
se anuncia en el origen de tu entraña,
impacienta tu cintura de pan,
suaviza manos ásperas,
junto al rescoldo que devora inviernos
enhebra la tibieza de la lana.
Y en la raíz del vuelo,
descubres las almenas donde el colmillo canta
borracho de violetas delicadas,
donde la verde leche de las hierbas
extiende su ternura
sobre tu sed de cántaro cerrado…
y los dioses bendicen el capullo
bajo las rotas hebras de las mantas.

Estigmas

(Los pájaros que callan)

El gorrión callejero,
nacido en los portales de la lágrima,
heredero del hambre y del desprecio,
ha extendido sus manos andrajosas
para sembrar mi falda
con el rostro vencido del hebreo.
Fatigado de inviernos,
trueca sus arrugadas indulgencias
por algunas monedas,
por un sueño de hogaza y leche tibia
que se le escurre entre los dedos.
Su corazón moreno
muestra el antiguo estigma de la carne
horadada por clavos y maderos
y una noche de rosas enlutadas
enturbia la mirada pedigüeña,
que sepulta en arenas calcinadas
sus voces de silencio.
Detenido en las sombras
donde aúllan los pájaros
la desnuda agonía de sus huesos,
donde cruje la escarcha,
donde se huele el miedo,
donde la noche es largamente larga,
donde el mendrugo rasga las mejillas
con sus uñas de viento…
desovilla filamentos de infancia
por laberintos ciegos.

Nocturno

(La noche de los pájaros)

Ebrios de luna blanca
se adormecen los pétalos
bajo la gris arcilla de los párpados
y un matorral de sombras
amarra los ensueños
con puntillas de harapos.
Saciados de capullos y carozos,
descansan los asombros
en la orilla estrellada de los cardos,
allí,
donde los límites del patio
determinan murallas
entre texturas de óxido
y repiques azules de campánulas.
Despintados de noches sin salida,
los troncos inclinados
convocan ramilletes de cigarras,
el monótono arrullo de las ranas
traza un hilo de acequias
custodiando el rocío inhabitado
y un tren de carga alerta la distancia
con silbos solitarios.
En su cuna de frutas
el hambre se ha dormido,
elásticos caballos
galopan transparencias de vinagre
y escalofríos de limones verdes
deliran corredores
de panes desangrados.

Agravio

(Pájaros de ceniza)

Tus manos,
duras hierbas borrachas de neblina
hurgando podredumbre abandonada,
desterrando azucenas amarillas,
mutilando las alas de los sueños
sobre el vientre de arcilla.
Tus manos,
angustia gris de agravio sin harina,
bebiendo de los cálices de sombra
que guardan la amargura de la espina,
masticando rodajas de miseria
con dientes de ceniza.
Tus manos degradadas
maniatándote el llanto en las esquinas,
hendiendo las arterias del rocío,
desgarrando crueles costras nocturnas
donde mueren
las pequeñas sonrisas.
Pájaros humillados,
labradores de vientos,
desgreñando la tierra por recoger la espiga
de basura sin cielo,
de papel,
de cartón,
lata y astilla …
Canto su desamparo de soledad raída
mientras crecen,
en medio de mi sangre,
tus manos sin orillas.

Andamios

(El jornal de los pájaros)

La vasija de losa
sobre el muro musgoso de la bomba
ordeñó verdes lunas de geranios,
astilló la brumosa madrugada,
ruborizó mejillas,
exilió la fatiga de los párpados.
Junto al fuego,
por vetas de maderas calcinadas,
crecen rosas morenas
que malnutren los pájaros
con la rodaja humeante de la yerba
deslumbrando los jarros.
En el aire desnudo,
un silbido de dientes apretados
perfila los andamios,
establece los húmedos sudores
de soles verticales,
alucina los grillos que sueñan bandoneones
y conjura faroles esquineros
agobiados de tangos.
Hacia el llamado del ritual hornero,
bandadas de ruinosas bicicletas
sobrevuelan el río del asfalto,
congregan el milagro
de anidar en la orilla del jornal que no alcanza,
anuncian la frescura del ladrillo
y asombran a los grises portafolios
con la fuerza del canto.

Ausencia

(Exilio de los pájaros)

Los caballos del miedo,
con sus cascos de sombras desbocadas
galopan los caminos de la sangre,
acechan los secretos de la espuma
en la orilla del alba.
Cercenada por astillas de luna,
la noche se desvela
desandando distancias
y las fauces sonámbulas del río
devoran horizontes
bajo la luz amarga.
Sobre la espera azul de los arroyos,
un hueco de rocío
esparce su garúa solitaria,
las verdes espadillas de los juncos
agonizan cien muertes repetidas
en el perfil del agua,
maderas de infinitas cicatrices
cabecean su exilio
en el húmedo vientre de la barca
soportando el asedio de torpes camalotes
y troncos sin amarras.
Cuando el vuelo enlutado
deshabite el silencio de los pájaros,
callosas rebeldías
desafiarán la cólera erizada.
A la deriva,
sotanillas de adobe
despintarán la ausencia en los sauzales
y los antiguos dioses,
con sus lenguas de légamo descalzo,
sumergirán la espera de las hierbas,
sepultarán los cántaros.

Locura

(Los pájaros perdidos)

Rehén de sus infiernos interiores
deshila las aristas de la piedra
en el umbral desnudo de sus ojos.
El silencio
va meciendo relojes
por sus vuelos de absurdos calendarios
donde derrama el tiempo
oquedades monótonas.
Un vendaval de ortigas,
hambriento de grageas amarillas,
le agrede los insomnios
y en la tiniebla eterna de su noche,
un hombre se deshoja en bofetadas
en mitad del otoño,
espuma caracolas de mentiras,
enturbia carcajadas,
inaugura raíces en sus odios,
asesina corolas ateridas
bajo lunas de plomo.
Un aullido de brasas subterráneas
invade su garganta
con anillos redondos
e insubordina filos de navajas
sobre un arroyo de estertores roncos.
En su mundo de pájaros perdidos,
agujeros de olvidos
custodian sus patéticos demonios
y en los desfiladeros de las máscaras,
sordos potros de tinta
cabalgan la estructura del sollozo.
Sibila enmarañada,
profetiza el reinado de las sombras
invocando la mueca de una risa
por senderos de azogue sin cerrojos
que no reflejan nada,
sino sólo,
la huella de la nada sobre el polvo.

Abismos

(Pájaros sin alas)

En las grietas profundas de la noche,
absurdas calaveras
adelgazan su hastío de baldosas,
ondulan entre muslos
enlutados de sedas malheridas
por la furia afilada de las sombras,
desnudan carcajadas malolientes
que apuñalan
la pervertida espera de las rosas.
Crueles ritos de guiño y ventanilla
encadenan la lumbre de los grillos
a jaurías de lechos extraviados
en pequeñas alcobas
donde devoran sueños,
las fauces degradadas de una luna
de caderas redondas.
Más allá de las máscaras,
hogueras de gemidos navegantes
asesinan palomas
y en el vientre quebrado de la risa,
sobre un casto rebaño de azucenas
que el viento sur desflora,
por helados hilillos de agujas sumergidas,
alacranes de carne desgarrada
inauguran silencios de cebolla
y en los despeñaderos del martirio,
saciados de vigilia,
los abismos sollozan.

Catedrales

(Plegaria de los pájaros)

De los pechos furtivos,
exhaustos de ternura,
el pichón bebe ríos de tinieblas,
desovilla las fiebres
en el ácido aroma del andrajo,
orina el desamparo
sobre el frío agrietado de la piedra.
Mutilado por hebras de pan duro,
el martirio del hambre
acecha la liturgia del cordero
y en la raíz de la desesperanza,
las manos extendidas
danzan un remolino de veletas
erizando la urdimbre del silencio.
A la sombra del muro,
la madre es un otoño de ojos secos,
un resplandor sarnoso pariendo lunas negras,
un párpado sin sueño
mendigando el milagro de otra noche
ante una multitud de ojivas ciegas.

Heroica

(Los pájaros rebeldes)

Por ciudades de estambres hasta el cielo,
masticando la tierra
con su idioma de látigo,
el hombrecito gris reclama los cereales,
los árboles,
las napas,
las escamas…,
sus verdes sembradíos de monedas,
su harina matemática.
En respuesta a su atenta,
desde el ápice austral del horizonte
los pájaros anónimos,
embriagados de estrellas insepultas
entre sombras opacas,
vendimian en la noche del suburbio
sus racimos de amor deshilachado,
recogen transparencias de rocío,
hilvanan el futuro con agujas de viento
y en la ausencia del pan
edifican de nuevo la esperanza
para inventar un mundo
de manteles tendidos y agua clara.
Verbenas rezagadas
encrespan su frescura sobre hierbas de octubre
La sonata de un grillo
sumergido en el fuego del silencio
trepa sus espirales sin escalas
y la complicidad de los faroles
inaugura secretos de obstinada argamasa,
de cajones de frutas,
de callos extenuados,
de delgadas ternuras fortaleciendo el vuelo
bajo la luna intacta.

Orden del libro

Órden del libro

Prólogo
El dolor de los pájaros

Intemperie
Pájaros en el alba

Enlunado
La sangre de los pájaros

Estigmas
Los pájaros que callan

Nocturno
La noche de los pájaros

Agravio
Pájaros de ceniza

Andamios
El jornal de los pájaros

Ausencia
Exilio de los pájaros

Locura
Los pájaros perdidos

Abismos
Pájaros sin alas

Catedrales
Plegaria de los pájaros

Heroica
Los pájaros rebeldes

Datos de la autora

Autora de: *Más allá de las máscaras *El vuelo inhabitado *Mi voz a la deriva *Tiempo de duendes *El amor sin mordazas *Crónica de las huellas *Un muelle en la nostalgia *A espaldas del silencio *Desde otras voces *La memoria encendida *Bitácora del viento *Pese a todo (CD) En 1999 la Fundación Reconocimiento, inspirada en la trayectoria de la Dra. Alicia Moreau de Justo, le otorgó diploma y medalla nombrándola Alicia por “su actitud de vida” y el Instituto Argentino de la Excelencia (IADE) le hizo entrega del Primer Premio Nacional a la Excelencia Humana por “su meritorio aporte a la cultura”. En el año 2005 fue nombrada Ciudadana Santafesina Destacada por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe “por su talentoso y valioso aporte al arte literario y periodismo cultural y por sus notables antecedentes como escritora en el ámbito local, nacional e internacional”.En 2007 el Poder Ejecutivo Municipal estimó oportuno "reconocer su labor literaria como relevante aporte a la cultura de la ciudad".